Como monjas contemplativas destinadas a participar en el altísimo honor de la esposa de Cristo, con el conocimiento de la importancia de la Liturgia de las Horas, como oración de la Iglesia que les lleva a la adoración, a la alabanza y a la súplica de Jesús, la celebramos con profunda devoción, con gran fe y amor, de manera que, a medida que crece la luz del Espíritu Santo, la mente y el corazón se armonicen con la voz. Observarán las normas prescritas, seguirán la salmodia y el canto con precisión y decoro, con tono conveniente con las debidas pausas y con plena concordancia de las voces, como se podría definir como un gran sacrificio de alabanza, compuesto de oraciones inspiradas por el Espíritu Santo, ofrecido en nombre de toda la creación, que recoge las aspiraciones, las preguntas, las alegrías y los sufrimientos de toda la humanidad y nos asocia a la Liturgia Celeste.