Nuestro Monasterio de la Santísima Anunciación de Roma, creado originariamente en las adyacencias de Santa María, La Mayor (en el Esquilino), fue fundado el 27 de abril de 1676 por la Venerable Princesa Donna Camilla Orsini Borghese, «Fúlgido ejemplo de santidad en la vida conyugal y monástica «. Tras una vida vivida en el mundo como verdadera soberana de auténtica caridad cristiana, ha abrazado humilde y pobre, la vida claustral.
El espíritu de la Orden de la Santísima Anunciación, o sea el empeño hacia la imitación más perfecta de la Virgen, fue para ella, aquella preciosa perla evangélica, por la que «Vendió todos sus biens y los adquirió» (Mt. 13, 46).
Tras entrar en el Monasterio fundado por ella, encarnó de la mejor forma el espíritu de la Orden y se convirtió en madre, maestra y modelo de espiritualidad.
«Su espiritualidad, que es válida en todo momento, lo es aun más actualmente, porque la sociedad ha sido desacralizada y tiene, por lo tanto, necesidad de ser reanimada y consagrada al amor de Cristo».
Murió el 14 de marzo de 1685 y el 10 de septiembre de 1746 fue presentada la causa de beatificación.
En las crónicas de las Celestes de Roma, se recogen 25 gracias milagrosas, concedidas por Dios para la intercesión de la Venerable Princesa Donna Camilla Orsini Borghese, su nombre religioso Madre María Vittoria Orsini Borghese, entre el año 1840 y 1847.
Sus restos reposan en la Iglesia de nuestro Monasterio.
El monasterio fundado por ella en el Esquilino, en la moderna calle Via Paolina, fue suspendido en septiembre de 1872. Sus hijas espirituales, denominadas las «Celestes» fueron a una casa alquilada de la calle Via della Lungara 231, después en junio de 1880 fueron a la calle Via S. Agata dei Goti, en diciembre de 1905 a la calle Via Porta Latina 56, y, finalmente, el l de febrero de 1939 al actual monasterio de la calle Via Portuense, 771 – 00148 Roma.
La comunidad de las monjas celestes de Roma ha sido muchas veces honrada por los Papas Pío VII, Gregorio XVI y Pío IX, con visitas, bendiciones y favores. Y el 1 de diciembre de 1985 ha tenido el honor y la alegría de la visita de Su Santidad el Papa Juan Pablo II. En nuestro corazón de contemplativas, el eco de sus palabras de Padre y Pastor: «Os deseo que seáis aquí las apóstoles de la Anunciación, de la Encarnación. Recoletas, pero fructuosas. Y con estos votos, os bendigo «.